martes, 25 de junio de 2013

Madres



A veces nos pueden llegar a sacar de quicio, nos echan la bronca, las gritamos por enfados tontos, pasamos malos ratos, las chantajeamos para que nos compren cosas, nos quedamos con ganas de contestarlas cuando nos riñen pero no podemos contestarlas porque si no nos castigan... a pesar de todos los malos ratos sabemos que en el fondo, aunque sea muy en el fondo, las queremos con locura y si las llegara a pasar algo lo pasaríamos horrible, seríamos capaz de dar la vida por ellas, aunque piensen muchas veces que no nos damos cuenta del esfuerzo que hacen por nosotros. Tal vez no demostremos que nos damos cuenta, pero sí lo hacemos.

Muchas veces nos quedamos con ganas de soltarlas todo lo que pensamos, tenemos ganas de contestarlas y tener razón, nos enfadamos porque ellas tienen la razón y nosotros no, y por más que las contradigamos ellas van a hacer lo imposible por tener razón. Y ganan. Y no podemos hacer nada. Porque nos castigan.
Pero es ahora, tanto en los malos y los buenos momentos en los cuales debemos estar con ellas y aprovechar que están con nosotros. Tal vez nos arrepintamos de no haberlo echo unos años más adelante. Pero por ahora, si disfrutamos cada momento del día que tenemos junto a ellas, podemos decir que no hemos desperdiciado el tiempo, que hemos aprendido de sus regañinas y de las malas situaciones.

Un montón de veces las decimos que no nos entienden porque ellas vivieron en otros tiempos. Y por mucho que digan que en 30, 20, 40 años o los que sean que nos llevemos, las cosas no han cambiado, en eso se equivocan un poco. A veces se obsesionan por sobre protegernos y claro que lo agradecemos, pero todo está bien en su medida justa. Porque con tanta sobre protección nos roban momentos de felicidad. Nos roban el ir a fiestas, o conciertos. Nos quejamos ahora porque es cierto, podríamos pasar momentos increíbles pero ellas no nos dejan por un motivo u otro. Pero más adelante sabemos que cosas como estas se las agradeceremos. O al menos, sabemos que son cosas sin importancia, y que no pasa nada porque no nos dejen ir.

La madre perfecta sería aquella que nos dejara hacer todo lo que quisiéramos pero que se preocupara por nosotros. La mía no pilla el punto medio y está siempre sobre protegiendo. Y no es que no se lo agradezca, que sí lo hago, pero a veces quiero libertad y ella no me lo permite.

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